Concédeme tu luz los días grises,
permíteme tu paz de templo amante,
revísteme el alma toda, errante
por sendas tenebrosas, infelices.
Transmuta en policromos los matices
plomizos, y resguarda vigilante
la libido secreta de este infante,
patético ramaje sin raíces.
Al blanco el verde, al negro el amor,
sustrae la misma esencia de la flor;
aléjame del odio y de la rabia;
Transpórtame, divina compañera,
la vida del infierno que me espera
hasta el lago tranquilo de tu savia.
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